El 21 de mayo 2011 es el último de una larga línea de predicciones sobre el fin del mundo. ¿Qué es lo que impulsa a los fatalistas, tanto religiosos como seculares?
Girando y girando en un círculo creciente
El halcón no oye al halconero;
Las cosas se deshacen, el centro no puede sostenerse;
La anarquía se ha desatado sobre el mundo,
La marea de sangre se ha desatado, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia se ahoga;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores
Están llenos de apasionada intensidad.
-William Butler Yeats, "The Second Coming"
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
-Hechos 17:30-31
Ese día es el sábado, 21 de mayo, dice el cristiano evangélico de "Family Radio" asentado en Oakland, California, Harold Camping. Según sus cálculos, el 21 de mayo de 2011 marca el comienzo del fin del mundo, cuando Jesús regrese a juzgarnos a todos y ser partícipes del arrebatamiento. ¿Cómo llega Camping a esta fecha? Génesis 7:04 dice que "pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice." Siete días son en realidad 7.000 años porque en Segunda de Pedro 3:8 señala que un día es como mil años. (Aunque al parecer, esos 40 días no son 40.000 años de lluvia.) El diluvio desató su lluvia de terror en 4990 antes de Cristo, por lo que si se agregan 7.000 años menos 1 (porque no había año cero), se llega a 2011. Camping afirma que el 21 de mayo es el día 17 del segundo mes del calendario hebreo, del cual se determina la cronología bíblica del diluvio. Por lo tanto, el 21 de mayo es el Gran Día.
Si todavía está vivo el Domingo 22 de mayo, significa que usted no es uno de los elegidos. Pero todavía puede haber tiempo para arrepentirse antes de Octubre 21, cuando el final físico del mundo suceda. ¿Qué pasará cuando esat profecía tampoco se cumpla? (Camping previamente había pronosticado el 6 de septiembre 1994 como el Día del Juicio.) Estos agoreros tienen muchísimos recursos. (Me refiero a esto en ambos sentidos -de acuerdo a GuideStar.org, que controla los activos sin fines de lucro, la organización de Camping vale más de $100 millones, recaudando nada menos que $18 millones en el 2009). No sólo que no admiten cuando se han equivocado, sino que se afirman en la verosimilitud de sus creencias, convirtiendo su falsa profecía en un acontecimiento exitoso con racionalizaciones como estas:
Error de cálculo de la fecha.
La fecha fue una predicción suelta, no una profecía específica.
La fecha fue más una advertencia que una profecía.
Dios cambió su decisión en respuesta a las oraciones de los miembros.
La profecía era sólo una prueba de fe para los miembros.
La profecía se cumplió físicamente, pero no como se esperaba.
La profecía se cumplió espiritualmente, pero no fue reconocida.
Así es que la profecía del primer siglo que, según el evangelista, hizo Jesús (en Mateo 16:28) "De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino" no atenuo en lo más mínimo la creencia de la Segunda Venida de los últimos dos milenios. Cientos de predicciones se han hecho, con los Testigos de Jehová, posiblemente, manteniendo el récord de mayor cantidad de fechas falladas: 1874, 1878, 1881, 1910, 1914, 1918, 1920, 1925, y otros hasta 1975.
En los últimos tiempos, un caso clásico de estudio en la psicología es "La Gran Decepción" de 1843, que se desarrolló después de que William Miller llegó a estar "plenamente convencido de que en algún momento entre el 21 de marzo de 1843 y 21 de marzo de 1844 ... Cristo vendrá a llevarse a todos sus santos con él." Llegó el 21 de marzo de 1844, y nada pasó, esta gran decepción temporal fue seguida por un recálculo recalcitrante de una nueva fecha, misma que se convirtió en el "décimo día del séptimo mes del año sagrado judío", es decir el 22 de octubre de 1844. Cuando esta nueva fecha pasó sin efecto, un discípulo de Miller anunció que "nuestras esperanzas y expectativas han sido destruidas, y un espíritu de llanto se apoderó de nosotros como nunca habíamos experimentado antes. Lloramos desconsoladamente hasta que el día amaneció." Ese discípulo fue Hiram Edson quien, después de la conclusión de que Miller había leído mal el libro de Daniel, determinó que el Sabbath se celebraría el sábado, el séptimo y último día de la semana judía, y pasó a convertirse en el líder de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Pero los religiosos no son los únicos que tienen el monopolio del apocalipsis. También hay seculares que pronostican el fin de los días, desde Karl Marx con el fin del capitalismo y hasta el fin del historia de Francis Fukuyama, un armagedón natural y artificial provocado por la superpoblación, la contaminación, el invierno nuclear, los virus genéticamente modificados, el Y2K, las llamaradas solares, planetas rebeldes, agujeros negros, colisiones cósmicas, los cambios polares, súper volcanes, el agotamiento de los recursos, la nanotecnología descontrolada, y en particular, el calentamiento global. En su libro "Nuestra Hora Final", el astrónomo británico Sir Martin Rees, reduce nuestras posibilidades de sobrevivir al siglo 21 al 50 por ciento. El año pasado, el famoso Stephen Hawking, advirtió a la humanidad de que el contacto con los extraterrestres podría significar nuestra esclavitud o la extinción.
En todas estas profecías apocalípticas -religiosas y seculares- hay una sensación de miedo y esperanza, y aquí radica la clave de su atractivo. Para la mayoría de los verdaderos creyentes en el fin del mundo es en realidad una transición a un nuevo comienzo y una vida mejor. Para los practicantes de la religión, Dios destruye a Satanás y a los pecadores y resucita a los virtuosos. Para los laicos, el bien triunfa sobre el mal de mil maneras dependiendo de que profecía del fin del mundo uno prefiera. Las feministas radicales han profetizado el día en que el patriarcado se derrumbará y los hombres y las mujeres vivirán en una armonía igualitaria. Marxistas proyectaron al comunismo como el clímax de la liberación que consta de seis etapas de proceso evolutivo que termina con el colapso del capitalismo. Los demócratas liberales proclamaron el fin de la historia cuando la Guerra Fría fue derrotada por la democracia y la libertad. Y, más recientemente, el mesías del Tea Party es John Galt, el héroe ficticio creado por Ayn Rand, quien lidera una huelga de los hombres de mente, obligando a la civilización a derrumbarse en la anarquía, de las cenizas de la que los héroes resucitarán a una "Atlántida" en la Tierra. En la escena final del apocalíptico libro, la heroína Dagny Taggart se dirige a Galt y pronuncia "Es el fin." Él le corrige: "Es el comienzo."
Sea cual sea la circunstancia o contexto, el resultado es el mismo: la destrucción es seguida por la redención. ¿Por qué? ¿Qué es la psicología subyacente del apocalipsis? Existen tesis que indican que formamos nuestras creencias por una variedad de razones subjetivas, emocionales y psicológicas, en el contexto de los ambientes creados por la familia, amigos, colegas y la cultura. Después de formar nuestras creencias, las defendemos, justificamos y racionalizamos con una cantidad de motivos intelectuales y explicaciones racionales.
Al enfrentar la confusión y la aniquilación necesitamos la restitución y la tranquilidad. Queremos sentir que no importa cuan caótico, opresivo, o malo el mundo es, todo resultará bien al final. El apocalipsis como fin de la historia es aceptable con la creencia de que habrá un nuevo comienzo.